Al llegar la primavera, los huevos que Mamá Pato había estado empollando durante todo el invierno comenzaron a resquebrajarse:

– ¡Qué emoción! ¿Cómo serán nuestros patitos? – comentaban con emoción Mamá y Papá Pato.

Uno a uno los cascarones blanquecinos fueron rompiéndose y los patitos salieron. Había uno amarillo al que llamaron Canario, había otro con las alitas oscuras al que llamaron Volador, había otra patita con el pico muy largo a la que bautizaron como Parlanchina y por último…por último había un huevo que no terminaba de resquebrajarse. Era más grande y oscuro que el resto. Todo los patitos lo miraban intrigados.

– ¿Por qué no saldrá ya de su caparazón? – se preguntaba preocupada Mamá Pato.

– Seguro que sale pronto, solo que es más lento que el resto – afirmó Papá Pato – Le llamaremos Tranquilo.

Pero Tranquilo aún tardó un par de días más en salir de su huevo. Para cuando lo hizo, Canario, Volador y Parlanchina ya se habían acostumbrado a jugar los tres juntos, y no necesitaban un nuevo hermanito. Para colmo, Tranquilo no era un patito como los demás. Era más alto y más torpón que el resto, además, tenía un color pardusco muy apagado, que contrastaba con las plumas brillantes de los otros.


Foto intropatitofeo

– ¡Menudo patito más feo! ¡Yo no quiero que juegue con nosotros! – decían.

Mamá Pato, muy enfadada, regañó a sus hijos por tratar así a Tranquilo, pero esto, en vez de solucionar el problema no hizo sino empeorarlo, puesto que los patitos, al verse reprendidos por culpa del patito feo le cogieron más y más manía.

– ¿Qué culpa tenemos nosotros de que sea un patito feo y torpe?

El pobre Tranquilo, por mucho que Mamá Pato trataba de cuidar de él y de conseguir que se sintiera bien, sufría mucho con las burlas de sus hermanos. Se sentía diferente y fuera de lugar y comenzó a pensar que debía buscar su propio camino.


patitos

Pero el mismo día que estaba a punto de escapar de su familia, algo le ocurrió a Parlanchina. Tratando de picotear entre unos juncos, Parlanchina metió su largo pico en un tronco hueco, y por más que trató de sacarlo de ahí no lo consiguió. Canario y Volador, que iban jugando y nadando a su ritmo, no se dieron cuenta de nada, pero Tranquilo, que como siempre, iba más lento que el resto, se dio cuenta de todo.

– ¿Qué ha pasado, Parlanchina? ¿Estás bien?

– Niiiii, tingui il piqui itripidi in isti irbil –

La pobre Parlanchina no podía apenas abrir su pico, así que todo lo que decía lo decía con la i. Menos mal que Tranquilo entendió lo que pasaba y voló hasta donde estaba Mamá Pato para advertirle de lo que había ocurrido. Con ayuda del fuerte pico de Mamá, Parlanchina consiguió sacar su pico de ahí, pero ¡menudo susto que se había dado! La patita tuvo que reconocer que de no haber sido por el patito feo, la situación hubiera sido más fácil.

– Gracias, Tranquilo.

– De nada, Parlanchina, seguro que tú hubieras hecho lo mismo por mí.


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